Pedraza

Ésta casa es casi idéntica a la que tenía mi abuela en el viejo Cáceres, le sobra el banco y faltan piedras en el suelo. La suya era blanca y aún existe todavía convertida ahora en almacén de un restaurante cercano. La calle también es más ancha pero por lo demás la puerta es igualita, también los balcones, de uno de ellos se cayó una de mis primas mientras jugábamos a no sé qué. No se hizo nada, se levantó y arregló el vestido y a nosotros nos volvió el riego al cerebro y el color a la piel cuándo la vimos en pié. Para nosotros era una casa mágica, enorme, con dos pisos y unas escaleras con escalones altisimos de piedra. Como los de las torres del homenaje de los castillos. En el piso de arriba mi tio criaba canarios, allí no había luz eléctrica ni cristales en las ventanas, sólo madera y la casa no tenía mas cuarto de baño que un agujero en el suelo. Nos lavávamos en palanganas. Todo era de piedra, nada de parquet o baldosas, suelo como el de la calle. Os podéis imaginar que para unos niños de ciudad aquello era alucinante. En una calle como ésta jugábamos al futbol, recuerdo un dia en especial en el que llovía pero daba igual, los niños de antes podíamos mojarnos y no nos pasaba nada que no arreglara una buena mesa camilla con su brasero de picón previo paso por las manos de nuestras madres que nos restregaban las cabezas con toallas portuguesas como si de ellas -de las cabezas- fueran a sacar oro. ¡ah! que tiempos.